La parte más antigua de la iglesia de San Wolfgang contiene un manantial milagroso. Puedes beber sus aguas curativas o untarte con ellas lo que te aqueje, y quizá te ayuden, como una vez se dijo que devolvieron la salud a un caballero ciego.
Y si el agua no funciona, asegúrese al menos de probar el elixir meloso en el cercano callejón de las bodegas, con más de cien bodegas. Eso sí, intenta no perderte por los intrincados pasillos con numerosas ramificaciones y nichos donde se almacenan hasta el día de hoy grandes barriles de vino.
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