La Navidad es una de las épocas más bonitas de la República Checa. Sus calles se llenan de música, de coloridos y vibrantes mercadillos y de ricos olores que invitan a celebrar el final del año comiendo exquisitos dulces y quitándose el frío con bebidas tan ricas y especiadas como el vino caliente.
En realidad los festejos dan comienzo a finales del mes de noviembre, con la llegada de las primeras nieves y coincidiendo con el adviento. Con las calles encendidas y los árboles de Navidad decorando algunos de los rincones más importantes de las ciudades, como el de 26 metros de altura que se podrá ver a partir del 26 de noviembre en la Plaza de la Ciudad Vieja, la gente sale a la calle para visitar los numerosos mercadillos que abren sus puertas en las principales plazas.
Aunque dicen que los de Praga son de los más bonitos de Europa, los que se instalan en otras ciudades checas como Olomouc, Karlovy Vary o Český Krumlov también ofrecen un escenario mágico en el que se mezclan todo tipo de regalos y objetos de decoración, mucha artesanía y una gran variedad gastronómica. Si vas no te pierdas el famoso vino caliente con especies, más conocido como “svařák”, ni el ponche o grog, que se elabora con ron checo, agua y azúcar. Como acompañante pide uno de los productos más típicos de la Navidad checa: el Trdelník, una especie de cornete dulce que lleva canela y nueces. Y si lo tuyo es el salado opta por salchichas con pan y mostaza o jamón praguense. ¡Te chuparás los dedos y notarás como el calor vuelve a tus mejillas!
Ya a principios de mes, el 5 de diciembre, festividad de San Nicolás, llega otra de las fiestas más celebradas por los checos, sobre todo por los niños. Ese día se pone a prueba el comportamiento que los más pequeños de la casa han tenido a lo largo de todo el año. Si éste ha sido positivo recibirán de las manos de un ángel, y tras haber recitado un poema dedicado a San Nicolás, dulces y frutas. Pero si algo ha empañado su currículo obtendrán como castigo carbón y patatas, todo ello cargado a cuestas por un diablo
Durante los días posteriores, y hasta que llegue el 24 de Diciembre, las familias pasan su tiempo visitando los mercadillos y preparando los dulces con los que agasajarán a sus invitados, especialmente unas riquísimas pastas de Navidad que según la forma reciben nombres distintos: “nidos de avispas” (vosí hnízda), “zarpas de oso” (medvědí pracky), pastas de Linz (linecké) o medialunas de vainilla (vanilkové rohlíčky).
Cuando llega la Nochebuena, y justo en el momento en el que aparece la primera estrella en el cielo, la tradición dicta que los comensales, mayoritariamente familias, se sienten entorno a una mesa, dejando un sitio vacío por si llega, de improvisto, algún invitado extra. Otras normas no escritas sugieren ayunar todo el día hasta que llegue la gran cena; no levantarse mientras se está comiendo, puesto que de hacerlo se podría atraer a la mala suerte de cara al año que está a punto de empezar; y dejar una escama de carpa en el plato como símbolo de riqueza de cara al año siguiente.
En cuanto al menú, éste incluirá una sopa de pescado de primero, y de segundo carpa rebozada con ensalada de patatas. Tras finalizar la cena el anfitrión hace sonar una campanita como señal de que el Niño Jesús ha traído regalos y los ha dejado debajo del árbol navideño. Una vez repartidos éstos llega otro momento importante: el de leer el futuro de cada uno partiendo una manzana en dos. Si al hacerlo aparece una estrella, la persona tendrá una buena salud, mientras que si el resultado es una cruz se recomienda ir con cuidado para evitar posibles enfermedades.
Los días 25 y 26 de diciembre son jornadas dedicadas, igualmente, a realizar visitas familiares, comer las últimas pastas navideñas y celebrar la proximidad del Fin de Año con comida, bebida y muy buena compañía.
El fin de la época de Navidad en la República Checa llega el 1 de enero. Tras el gran fin de fiesta del 31, con bailes y fuegos artificiales incluidos, quien más quien menos procura hacerse con un plato de lentejas para, según la tradición, conseguir que los monederos se llenen de dinero.
Aunque dicen que los de Praga son de los más bonitos de Europa, los que se instalan en otras ciudades checas como Olomouc, Karlovy Vary o Český Krumlov también ofrecen un escenario mágico en el que se mezclan todo tipo de regalos y objetos de decoración, mucha artesanía y una gran variedad gastronómica. Si vas no te pierdas el famoso vino caliente con especies, más conocido como “svařák”, ni el ponche o grog, que se elabora con ron checo, agua y azúcar. Como acompañante pide uno de los productos más típicos de la Navidad checa: el Trdelník, una especie de cornete dulce que lleva canela y nueces. Y si lo tuyo es el salado opta por salchichas con pan y mostaza o jamón praguense. ¡Te chuparás los dedos y notarás como el calor vuelve a tus mejillas!
Ya a principios de mes, el 5 de diciembre, festividad de San Nicolás, llega otra de las fiestas más celebradas por los checos, sobre todo por los niños. Ese día se pone a prueba el comportamiento que los más pequeños de la casa han tenido a lo largo de todo el año. Si éste ha sido positivo recibirán de las manos de un ángel, y tras haber recitado un poema dedicado a San Nicolás, dulces y frutas. Pero si algo ha empañado su currículo obtendrán como castigo carbón y patatas, todo ello cargado a cuestas por un diablo
Durante los días posteriores, y hasta que llegue el 24 de Diciembre, las familias pasan su tiempo visitando los mercadillos y preparando los dulces con los que agasajarán a sus invitados, especialmente unas riquísimas pastas de Navidad que según la forma reciben nombres distintos: “nidos de avispas” (vosí hnízda), “zarpas de oso” (medvědí pracky), pastas de Linz (linecké) o medialunas de vainilla (vanilkové rohlíčky).
Cuando llega la Nochebuena, y justo en el momento en el que aparece la primera estrella en el cielo, la tradición dicta que los comensales, mayoritariamente familias, se sienten entorno a una mesa, dejando un sitio vacío por si llega, de improvisto, algún invitado extra. Otras normas no escritas sugieren ayunar todo el día hasta que llegue la gran cena; no levantarse mientras se está comiendo, puesto que de hacerlo se podría atraer a la mala suerte de cara al año que está a punto de empezar; y dejar una escama de carpa en el plato como símbolo de riqueza de cara al año siguiente.
En cuanto al menú, éste incluirá una sopa de pescado de primero, y de segundo carpa rebozada con ensalada de patatas. Tras finalizar la cena el anfitrión hace sonar una campanita como señal de que el Niño Jesús ha traído regalos y los ha dejado debajo del árbol navideño. Una vez repartidos éstos llega otro momento importante: el de leer el futuro de cada uno partiendo una manzana en dos. Si al hacerlo aparece una estrella, la persona tendrá una buena salud, mientras que si el resultado es una cruz se recomienda ir con cuidado para evitar posibles enfermedades.
Los días 25 y 26 de diciembre son jornadas dedicadas, igualmente, a realizar visitas familiares, comer las últimas pastas navideñas y celebrar la proximidad del Fin de Año con comida, bebida y muy buena compañía.
El fin de la época de Navidad en la República Checa llega el 1 de enero. Tras el gran fin de fiesta del 31, con bailes y fuegos artificiales incluidos, quien más quien menos procura hacerse con un plato de lentejas para, según la tradición, conseguir que los monederos se llenen de dinero.