Durante la Edad Media, la región de
Litoměřice, a la que pertenece Třebívlice, era la segunda
región vinícola más grande de Chequia, superada únicamente por
Praga. La filoxera paralizó la tradición vinícola de Třebívlice, durante un tiempo, en el siglo XIX. Su recuperación comenzó en el año 2004 y, desde ese momento,
los viñedos están en crecimiento.
Un vino con sutiles notas de amor
En las etiquetas de las botellas de Třebívlice predomina la
sutil y hermosa belleza de la noble baronesa
Ulrika von Levetzow. Quizá os suene su nombre, es el último amor del gran poeta alemán
Johann Wolfgang Goethe. El se enamoró de ella a sus 72 años, cuando se toparon en
Bohemia del norte. Ulrika, por aquel entonces, únicamente tenía 17 años por lo que su amor no prosperó. Aquello le rompió el corazón a Goethe y, por eso, nunca volvió a aparecer
en su amada Chequia y murió pocos años tras el encuentro con su amada. Ulrika vivió durante 95 años y la mayor parte de su vida la pasó en el
palacio de Třebívlice, donde yace enterrada. Sin embargo, ambos se vuelven a encontrar de manera simbólica gracias a la bodega, donde las etiquetas de sus botellas contienen escrito
el nombre del poeta y el bello rostro de su última musa.
Come como el presidente checo
Los viñedos de Třebívlice están plantados sobre un macizo de piedra caliza y roca ígnea basáltica. Gracias a eso y a las condiciones climáticas de la zona, sus vinos poseen un
agradable aroma y un carácter único de intensa mineralización. En sus viñedos se elaboran diferentes variedades de vino como Müller Thurgau, Muškát moravský, Sylvánské zelené, Rulandské bílé, Rulandské šedé, Ryzlink rýnský y Tramín červený. También podéis disfrutar de una excelente comida o cena en el reconocido restaurante de la bodega, donde estuvo comiendo el mismísimo
presidente de la República Checa.