No podemos invitaros a conocer Invernalia pero sí recomendaros ocho lugares de la República Checa donde el invierno se regodea creando estampas de absoluta impresión. Algunas se deben admirar desde miradores o escalando elevadas cumbres, y otras son accesibles a través de románticos paseos nevados.
Dignos de postal y repartidos por todo el territorio checo se localizan una serie de escenarios donde el asombro está asegurado en época invernal. En algunos reina un profundo silencio capaz de acallar cualquier pensamiento, en otros es la majestuosidad de las montañas la que clama atención, y en todos, de un modo u otro, es el agua convertida en una fantasía de hielo o en un manto de nieve infinito el que atrae las miradas. El frío, capaz de despertar todas las emociones de su letargo invernal, invita a calzarse unas buenas botas y un cálido anorak para descubrir el encanto de la República Checa desde modernos miradores, las cumbres más elevadas, el fondo de un abismo o, incluso, en el interior de refugios de madera que parecen salidos de un cuento.
Aunque las propuestas podrían ser infinitas, hemos seleccionado siete escenarios espectaculares en plena naturaleza –y una recomendación urbana muy especial– donde las vistas cortan el aliento y el ‘efecto wow’ está asegurado.
Además, no hay por qué conformarse únicamente con admirar su estampa de postal desde el exterior sino que desde el pasado verano han reabierto al público y funcionan como hotel (Maměnka) y restaurante (Libušín). ¿Por qué no disfrutar sin prisas de los paisajes de las montañas de Beskidien? Los aficionados al deporte blanco encontrarán en el entorno de Pustevny hasta once remontes y telesillas.
Esta ruta transcurre por el norte de Bohemia, en los Montes de Jizera (Jizerské hory), junto a la frontera polaca. En sus más de 200 kilómetros, las subidas se alternan con las bajadas y, a veces, incluso cruzan al país vecino. El silencio de este bellísimo entorno nevado, solo interrumpido por los murmullos del viento que salen de algún bosque, es la mejor terapia para recuperar el equilibrio personal. Existe también la posibilidad de participar en la competición de esquí de fondo Jizerská padesátka (padesátka = cincuenta, 50 kilómetros por los Montes de Jizera) pero se perderán, con la velocidad, parte del alma del paisaje.
Si en primavera el caudal de estas cascadas parece de terciopelo, en invierno su energía se transforma en hielo, y ese salto al vacío desde sus 10 metros de altura deja de cumplir su misión al congelarse. El conjunto de estos saltos inmaculados y rodeados de bosque nevado es suficiente razón para dirigirse a la pequeña ciudad de Harrachov y emprender la ruta que lleva a conocer uno de los paisajes invernales más selectos de la República Checa.
La ruta más recomendable en invierno empieza justo al Abismo de Macocha (Madrastra) a una profundidad de 168 metros. Es de 14 kilómetros en los que aparecen cuevas, miradores y coquetos pueblecitos como Sloup y Holštejn. En esta última población se sitúa la entrada a la cueva Hladomorna (Mazmorra), de gran tamaño y que antaño era usada como cárcel.
¿Algunas curiosidades sobre esta montaña? Se encuentra en el punto de confluencia de tres mares (Negro, Báltico y Nórdico), y es el lugar donde nace el río Moldava, que luego atraviesa Moravia de Norte a Sur. En lo más alto se sitúa un pequeño elefante (slůně) de piedra, símbolo de la montaña, cuya fotografía no falta en los perfiles de alpinistas y aficionados checos a la montaña.
La senda de Dvořák transcurre por la ribera del río Moldava, a unos 30 kilómetros de Praga, entre bosques y curiosas rocas esculpidas por la acción de los elementos durante siglos. El paseo invernal se puede completar con una visita a la casa natal del músico, el palacio de Nelahozeves y la Reserva Natural de Hostibejk.
Como resulta complicado elegir cuál de estos escenarios es más hermoso en invierno, nuestro consejo es anotarlos como una lista de deseos e ir visitándolos, poco a poco, cuando se reactiven los viajes con normalidad.
Aunque las propuestas podrían ser infinitas, hemos seleccionado siete escenarios espectaculares en plena naturaleza –y una recomendación urbana muy especial– donde las vistas cortan el aliento y el ‘efecto wow’ está asegurado.
1. Panorámica desde el mirador de Velká Deštná (Bohemia del Este)
Comenzamos este viaje por los espectaculares paisajes invernales checos con la panorámica que se abre ante el viajero en la cima del Velká Deštná, la cumbre más alta de las montañas Orlické hory. A más de mil metros de altitud sobre el nivel del mar se sitúa un moderno mirador, elegido el más bonito de Chequia en 2020, que tiene forma de torre de vigilancia forestal. Esta estructura de 19 metros de altura posee un corazón de acero revestido de madera, por lo que se integra perfectamente en el paisaje. Su diseño está inspirado en el clima extremo de esta cumbre, con una lluvia frecuente que baila al compás de las corrientes de aire. Una cómoda escalera lleva hasta la última planta, al descubierto, para observar a placer los bosques nevados y las siluetas desdibujadas de las montañas que lo circundan.2. Refugios encantados de Libušín y Maměnka (Moravia del Norte)
Cuando la temperatura desciende por debajo de cero grados y las rutas por la montaña dejan de presentarse como una propuesta apetecible, es el momento de disfrutar del calor de una chimenea, de un chocolate caliente y de la calidez de un refugio de montaña. Dos lugares bellos y pintorescos a partes iguales son Libušín y Maměnka, dos chalets de madera decimonónicos diseñados por el arquitecto Dušan Jurkovič. Ambos están protegidos como monumentos históricos y culturales nacionales, y han sido sometidos en los últimos años a un proceso de rehabilitación total para devolverles su belleza original. En dicha reforma se ha respetado su arquitectura tradicional de Valaquia y Kysuce, sus rasgos art nouveau, el tipo de material y las técnicas artesanales que el propio Jurkovič empleó en su día. Esta fue, de hecho, una de las primeras obras del arquitecto checo.Además, no hay por qué conformarse únicamente con admirar su estampa de postal desde el exterior sino que desde el pasado verano han reabierto al público y funcionan como hotel (Maměnka) y restaurante (Libušín). ¿Por qué no disfrutar sin prisas de los paisajes de las montañas de Beskidien? Los aficionados al deporte blanco encontrarán en el entorno de Pustevny hasta once remontes y telesillas.
3. Huellas en la nieve en los Montes de Jizera
Un país como la República Checa, con un territorio montañoso que se sitúa entre los 1.000 y 1.500 metros de altitud, es el paraíso para los apasionados del esquí sea cual sea su modalidad favorita. Quienes gocen con los paisajes bucólicos y el ritmo acompasado del esquí de fondo deben animarse a realizar la Jizerská magistrála o Arteria de Jizera, una de las rutas de esquí de fondo más hermosas de Chequia.Esta ruta transcurre por el norte de Bohemia, en los Montes de Jizera (Jizerské hory), junto a la frontera polaca. En sus más de 200 kilómetros, las subidas se alternan con las bajadas y, a veces, incluso cruzan al país vecino. El silencio de este bellísimo entorno nevado, solo interrumpido por los murmullos del viento que salen de algún bosque, es la mejor terapia para recuperar el equilibrio personal. Existe también la posibilidad de participar en la competición de esquí de fondo Jizerská padesátka (padesátka = cincuenta, 50 kilómetros por los Montes de Jizera) pero se perderán, con la velocidad, parte del alma del paisaje.
4. Cascadas del Mumlava, una fantasía de hielo
Las Montañas de Krkonoše (o de los Gigantes) no solo seducen con sus inmensos paisajes invernales, que los checos recorren practicando esquí de fondo en cuanto caen los primeros copos de nieve. Tampoco son sus profundos valles o glaciares la única atracción de este parque natural, aunque su belleza sea innegable... sino que, ocultas en mitad del bosque, las que más enamoran son las espectaculares cascadas del río Mumlava.Si en primavera el caudal de estas cascadas parece de terciopelo, en invierno su energía se transforma en hielo, y ese salto al vacío desde sus 10 metros de altura deja de cumplir su misión al congelarse. El conjunto de estos saltos inmaculados y rodeados de bosque nevado es suficiente razón para dirigirse a la pequeña ciudad de Harrachov y emprender la ruta que lleva a conocer uno de los paisajes invernales más selectos de la República Checa.
5. El gran abismo del Karst de Moravia
Que “lo esencial es invisible a los ojos”, además de ser una frase de El Principito es una gran certeza en la Reserva Natural del Karst de Moravia de la región de Moravia del Sur. Más allá de la superficie de este espacio protegido se ocultan más de mil cavernas, cañones, grietas y simas que forman un emocionante inframundo. Aunque algunos de sus rincones, como las cuevas del río Punkva, no abren al público durante los meses más fríos, merece la pena disfrutar del placer de recorrer en soledad las profundidades del planeta.La ruta más recomendable en invierno empieza justo al Abismo de Macocha (Madrastra) a una profundidad de 168 metros. Es de 14 kilómetros en los que aparecen cuevas, miradores y coquetos pueblecitos como Sloup y Holštejn. En esta última población se sitúa la entrada a la cueva Hladomorna (Mazmorra), de gran tamaño y que antaño era usada como cárcel.
6. La cumbre nevada de Králický Sněžník
Ascender hasta la montaña Králický Sněžník, la tercera cumbre más alta del país, proporciona una doble recompensa: las vistas de infarto que se obtienen por el camino, y las panorámicas de 360 grados que esperan en la cumbre. A 1.424 metros de alturas y con el cielo despejado se pueden divisar: la cima más alta de Chequia, Sněžka; también la más elevada de Hrubý Jeseník, Praděd; y profundos valles y montañas cubiertos de árboles que pugnan por sobresalir entre sus vecinos. Sólo hay una mala noticia para los menos montañeros: para subir a Králický Sněžník, apodada ‘el techo de Europa’, no hay carreteras ni telesillas, sólo se llega tras un poco de esfuerzo físico. El punto más seguro para acceder es el pueblo Střibrnice.¿Algunas curiosidades sobre esta montaña? Se encuentra en el punto de confluencia de tres mares (Negro, Báltico y Nórdico), y es el lugar donde nace el río Moldava, que luego atraviesa Moravia de Norte a Sur. En lo más alto se sitúa un pequeño elefante (slůně) de piedra, símbolo de la montaña, cuya fotografía no falta en los perfiles de alpinistas y aficionados checos a la montaña.
7. La senda invernal de Dvořák
Entre las rutas invernales más atractivas de la República Checa se encuentra la senda que transitaba frecuentemente el compositor checo Antonín Dvořák entre su aldea de nacimiento, Nelahozeves, y la ciudad de Kralupy nad Vltavou. Los bosques eran para este gran músico del siglo XIX una gran fuente de inspiración. Incluso apuntaba en los puños de su camisa algunas de las ideas musicales que llegaban a su cabeza durante los paseos. Escuchar alguna de sus composiciones u óperas mientras se recorre el camino es una experiencia inolvidable.La senda de Dvořák transcurre por la ribera del río Moldava, a unos 30 kilómetros de Praga, entre bosques y curiosas rocas esculpidas por la acción de los elementos durante siglos. El paseo invernal se puede completar con una visita a la casa natal del músico, el palacio de Nelahozeves y la Reserva Natural de Hostibejk.
7+1 Un paseo urbano por Praga
Cualquier ciudad de la República Checa resulta aún más encantadora cuando una capa de nieve cubre tejados, puentes, palacios, castillos y monumentos. En el caso de la capital checa, ese halo romántico que la envuelve en invierno invita a recorrer sus calles vestidas de blanco y sin apenas turistas. Y con el aliciente de descubrir una nueva perspectiva tanto de la Ciudad Vieja como de barrios periféricos como Žižkov, Vinohrady o Holešovice. Consulta todos los itinerarios con detalle en Rutas a pie por Praga.Como resulta complicado elegir cuál de estos escenarios es más hermoso en invierno, nuestro consejo es anotarlos como una lista de deseos e ir visitándolos, poco a poco, cuando se reactiven los viajes con normalidad.